31 de julio de 2013

Desencuentros (Lado C)

Creo que todo el tiempo escuché más a Madonna de fondo que lo que Matías intentaba decirme. Yo trataba de explicarle a los gritos como, tras una serie de hechos desafortunados, me había quedado afuera de la noche de nuestro encuentro.
Al principio, el asunto no me había generado tantas ansias, pero ahora estaba nervioso y angustiado. Quería con todo mi ser derribar una de esas puertas, abrazarlo y salir corriendo para que no me caguen a trompadas los monos de seguridad. 

Escuchaba la música que sonaba y me golpeaba la pierna con la mano que me dejaba libre el teléfono, siguiendo el ritmo. La bronca me hacía lo mismo en el pecho.

La razón que había impedido mi noche, me miraba con ojos cansados. Se sentía terrible. El alcohol de la previa fue excesivo y las consecuencias se habían hecho notar demasiado rápido. Se habría querido ir al momento mismo en que nos hicieron salir por su estado de ebriedad, pero le insistí para tomarse un café, refrescarse y comer unos caramelos. Y aunque no funcionó, igual lo abracé y le dije que estaba todo bien mientras esperábamos a que nos parase un taxi.

Ya cortada la llamada con Matías, nos seguimos lamentando un rato por texto hasta que le dije "Bueno basta, dejá de preocuparte por mí. Disfrutá tu noche que para eso viniste", y al toque sus palabras de despedida y mi frustración.
No voy negar que pase un rato largo compadeciéndome a mi mismo con la idea de que no faltaría oportunidad para conrcretarlo.

Por lo pronto viajaba tratando de no asombrarme con las nuevas luces de las avenidas del centro, y cada tanto iba mirando como a mi lado, una buena razón para sentirme bien conmigo mismo, dormía de lo lindo.

CS.

Leé la versión de Matías en: Desencuentros (Lado M) 

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