10 de julio de 2013

Disfraz de risa

Los 5 grados de temperatura en la calle hacían que la gente entrara al pique en la boca del subte. Y entre toda la gente apurada, ellas dos.
Bajando con premura por si llegaran justito a encontrarse con su príncipe sobre rieles, como una luz.
La más delgada y colorida tomó la iniciativa en el molinete y pasó sin medias tintas. La más rechoncha de ambas, con la inseguridad propia de quien más de una vez se quedó atascada, tardó unos instantes.
"Dale gor, metele" le dijo amorosa la primera y la segunda no tardó en responder: "A mi no me apures que soy del campo".
Y tras ellas iba yo, siguiéndolas como quien no quiere la cosa.

Una vez acomodadas en el asiento frente al mío, en el tercer vagón, no tardaron en hacer alarde de su charla. Por lo que contaba la flaca, la fiesta de disfraces del sábado había sido estupenda. La otra lamentaba con excusas vagas no haber asistido.
Presumí que su viaje no sería de pocas estaciones puesto que ambas se quitaron los pañuelos que les cubrían media cara casi al unísono. La flaca lo puso sobre su regazo. La gorda lo guardó en la cartera. También presumí que no hicieron lo mismo con los gorros de lana que llevaban porque ninguna quería despeinarse... —Mujeres.

La flaca seguía hablando de la fiesta de disfraces, criticando la vestimenta de medio mundo, mientras la otra hacía fuerza por no escuchar todos los "Tendrías que haber estado, gorda, no sabés lo que fue" que esta repetía tras cada anécdota que recordaba.
"El traje de Gatúbela que me puse, garpó mil. Valió la pena lo que me cobraron por el alquiler." se vanagloriaba.
"No entiendo por qué no fuiste, habrías sido la reina de la fiesta", la inquisición que se volvía a repetir.
La conversación ahondaba más y más en datos escabrosos, la flaca no escatimaba en detalles. Y al igual que desde iniciada la charla, las recriminaciones se iban acumulando una sobre otra.
"Ay, si hubieras venido...", "Cuando pasaron esa canción, no podía creer que no estuvieras...", "Lo que te perdiste...", "La noche estaba hecha para vos"...

Hasta que la gorda se saturó y en un tono bajo, pero audible para todos los que no portábamos auriculares y a una velocidad considerable, dijo: "Basta. Basta de cuestionarme por qué no fuí, basta de decirme lo bien que la habría pasado, basta de decirme cuanto me habría divertido porque no tenés ni idea como la hubiera pasado estando ahí. Viendo, como todos se ríen conmigo vestida de diosa griega, porque lo único que me hubiera entrado como disfraz sería una sábana blanca simulando una toga y viendo como después todos se fueran con vos al baño a que los frotases un ratito y los dejaras al palo. Como siempre hacés. Basta. Basta. Porque no me habría divertido una mierda. Te habría hecho sonrisitas y te la habría remado toda la noche, pero después me habría ido a mi casa a dormir sola, esperando despertarme temprano para estar atenta a desetiquetarme de todas las fotos que subieran y comentaran sobre lo patética que salí. Basta."

Ni bien terminado de decir esto, ambas se callaron hasta bajarse en la última estación. Salieron delante mío del vagón pero se fueron hacia la salida del otro lado.
No tengo idea si habrán retomado la conversación o si todo habrá quedado en el más mutuo y respetuoso olvido, pero la gorda tenía razón.

—Que flaca más densa, por favor.

CS.

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